
Fue un descubrimiento muy sonado en aquel enero de 1927. Por fin el padre Mariano Cuevas había dado con el testamento de Hernán Cortés. Por fin los investigadores podrían consultar en adelante el manuscrito original de las últimas voluntades del conquistador del imperio azteca. Su feliz hallazgo venía a resolver de un modo que no dejaba lugar a dudas la autenticidad de la copia de 1602 que existía en el Archivo Nacional de México.
El sabio jesuita había publicado dos años antes en una edición privada un libro con esta copia y las otras cuatro conocidas, así como con un buen número de cartas del vencedor de Moctezuma. Diversos especialistas y de modo especial uno del Archivo