Raro iba a ser que no hubiese tráfico de influencias con la vacuna en el país que inventó el estraperlo. (Para no entretenernos: los alcaldes y funcionarios ventajistas han de dimitir de inmediato como ese consejero de Murcia que además tenía enchufada a su esposa en el mismo departamento, siguiendo el acreditado ejemplo de Pablo Iglesias con Irene Montero). Pero este prurito pícaro, tan español, de saltarse la cola con cualquier pretexto es posible porque la campaña de vacunación está organizada como una cartilla de racionamiento, al ritmo premioso que marcan la insuficiencia logística y la incompetencia operativa del Gobierno. Como siempre, la propaganda diseñó expectativas triunfales desacompasadas con la realidad de un proceso demasiado complejo para la esclerótica estructura