Se acercaba el mediodía del 20 de enero. Quedaban solo unos segundos para que se cumpliera el plan. Era la hora de lo que se conocía como «La Tormenta». Donald Trump no estaba de camino a Florida, como habían dicho los medios. Era mentira, estaba en un búnker del que iba a emerger victorioso. La jura del cargo de Joe Biden era una trampa. Antes de tomar posesión, las fuerzas armadas desplegadas alrededor del Capitolio le detendrían a él y a todos los miembros secretos de la secta satánica que lleva años traficando con menores: los Clinton, los Obama, diputados y senadores, demócratas y republicanos, jueces y generales, aprovechando que estaban todos juntos en la ceremonia. Era una trampa.