El Gobierno de la Opacidad pone al frente del Consejo de la Transparencia a uno de su elección y claro, pasa lo que pasa. Un oxímoron del siete. La cristalina negrura, la ciega nitidez. Este presidente transparente, ente durmiente, echará de inmediato y sin contemplaciones a un par de ingenuos que se tomaron en serio su cometido. Hay que hacerle hueco a quien entienda. Es importante que la autoridad que llega fulmine, que presuma de su cacicada. Algo procaz.
De ese modo, hasta el más despistado entenderá las reglas del nuevo juego, que es como el viejo (abusar del poder sin dar explicaciones) pero calificándose uno mismo de ejemplar. No les da vergüenza y se aguantan la risa. Hay que